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Todos los juegos originalmente están ligados a lo sagrado, en su origen inconsciente. Es porque llevan una carga simbólica y cultural. Y como todo símbolo, no es una ficción ni una alegoría, ni una metáfora que refiere una cosa expresando otra diferente. No es un signo, no expresa un significado previamente convenido.

El símbolo abre el campo de la conciencia, es un estímulo que le permite trasladarse de lo existencial inmediato a lo absoluto, a lo inconsciente; trayendo consigo la asociación con emociones, imágenes, recuerdos y pulsaciones, conllevando una reserva de significados. Religa los diferentes niveles de la conciencia individual y colectiva.

Para griegos y romanos los juegos acompañaban a las fiestas religiosas. El juego aparece como un ritual social que expresa y refuerza a la manera de un símbolo la unidad del grupo, cuyas oposiciones internas se exteriorizan y resuelven precisamente en esas manifestaciones lúdicas. Cristalizan también el sentimiento nacional. El juego es símbolo de lucha contra la muerte, las fuerzas hostiles, los elementos y contra uno mismo (contra los propios miedos, la propia debilidad, la propia duda).