Mangrullo

“Mangrullo” (2013)
Ensamble de laminado de madera y pintura.
130 x 170 x 218 cm

Fotos 01,02,03 y 04 de Pablo Messil
Fotos 06 y 07 de Aníbal Guebel

Proyecto “Mangrullo”

El mangrullo es una atalaya rústica usada en las pampas y otras zonas de Argentina para vigilar el acercamiento de indios y extraños, y de esta forma poder tomar acciones preventivas con tiempo. (…) era construido con tablas y troncos, coronándose con una plataforma en la parte superior. A esta plataforma se accedía por lo general con una escalera de madera atada con tientos de caballo al pie del mangrullo. Esta construcción generalmente precaria pertenece a nuestra arquitectura vernácula tradicional y a nuestro bagaje cultural.

Desde hace un cierto tiempo decidí que el lenguaje de la geometría hacía posible expresarme en la escultura acercando las imágenes al mundo de la cultura, por contraste con el mundo orgánico de la Naturaleza; a la mano del hombre más que a la de Dios.  Geometría que asimismo acerca la escultura urbana con su paisaje, mayormente arquitectónico.

La escultura en su historia se construyó su forma como un todo organizado y armonioso; autónomo y autosuficiente. La forma se cerraba en sí misma, separándose del entorno, y a veces imponiéndose a él. El mundo productor de estas imágenes se desarrollaba acorde con este espíritu.

El mundo contemporáneo ya no nos ofrece respuestas tan certeras, y la vida no transcurre en forma tan encauzada. La fragmentación del orden social y económico influye en la obra artística. Por eso encontré que el lenguaje de los fragmentos geométricos utilizados en este proyecto daba cuenta de estas características y del espíritu del gesto mismo de la creatividad, puro impulso, desordenada, caótica.

En tensión constante, los módulos geométricos de Mangrullo se unen atraídos como por una fuerza magnética a la que cierta “voluntad constructiva” trata de ordenar.

Creo que la obra de arte en el espacio público cumple la función de actuar como un disparador de nuevas sensaciones o reflexiones para quienes circulan, una nueva mirada en la rutina diaria.

Imagino a los estudiantes de la universidad que transiten el parque de esculturas, en quienes se despierten las más variadas sensaciones, a veces de sorpresa o de curiosidad por comprender los lenguajes artísticos, imprevisibles, contradictorios, vitales.

Imagino el efecto sobre ellos de una obra que alude a la arquitectura sin ser  arquitectónica, a un objeto funcional que no se puede usar como tal, a un conjunto de placas geométricas que pugnan por organizar su propio caos, a una forma abierta al entorno pero que al ser de color rojo se destaca del paisaje.

Imagino este atalaya construido con los mínimos y más básicos elementos, generando una variedad de texturas y de espacios, invitando a una mirada “desde arriba”, hacia el futuro, desde otra perspectiva. Lo imagino acompañado de grafismos en la superficie de apoyo que hagan énfasis en sus recorridos internos, una gráfica tan gestual como los módulos geométricos, herencia del expresionismo abstracto.